hipódromos
Los primeros hipódromos de Bs. As.
Se encontraron herraduras durante las obras de excavación en la cancha de River donde antiguamente hubo un hipódromo. Pero ese fue sólo uno de los cuatro que llegaron a existir en la ciudad de Bs. As.
Las tres herraduras centenarias halladas bajo el césped del Monumental pronto serán las más recientes atracciones del Museo River. El original hallazgo, que tuvo lugar durante las excavaciones para rebajar 1,5 metros el nivel del campo de juego, conduce a preguntas cuyas respuestas permiten reconstruir un paisaje y una idiosincrasia que se remonta a mediados de la década de 1800. ¿Qué había en esos terrenos y vecindades hace más de 120 años, por entonces llamado Pueblo de Belgrano? Se trataba de un paraje casi escindido de la capital que abarcaba los actuales Villa Urquiza, Saavedra, Coghlan y Belgrano, con chacras, actividad ganadera y una fuerte influencia de la inmigración británica que además del ferrocarril trajo el fútbol y el rugby. Pero antes, el turf.
El predio del Monumental y el vecino barrio River estaba ocupado en su totalidad por el Hipódromo Nacional Presidente Bosch, una superficie de 193.000 m2, equivalente a casi cinco monumentales.
También llamado Nacional de Belgrano, el Bosch se inauguró el 14 de agosto de 1887 y alternaba con el Hipódromo Argentino de Palermo, que existía desde mayo de 1876. El señor Bosch era un militar y aristócrata socio del Argentino que, por diferencias con sus colegas, decidió hacer su propio hipódromo, un proyecto personal como revancha a la disputa con sus ex camaradas.
Según explica el ingeniero Arístides Bryan Domínguez -presidente de la Comisión de Historia del Centro Argentino de Ingenieros y estudioso de la historia belgranense- «Bosch compró los terrenos en 1887, y luego se procedió a la demarcación y el trazado de las pistas de vareo. Si se observa un mapa actual se ve que la actual calle Victorino de la Plaza se desarrolla hacia y desde Avenida del Libertador conformando un perfecto semicírculo con forma de herradura de largos brazos. Esa calle describe las dos rectas y la curva sur del Hipódromo Bosch».
Domínguez cita una crónica de época. «El nuevo hipódromo es más cómodo y espacioso que el de Palermo -contaba la crónica de la época del diario La Nación el día en que el Nacional abrió sus puertas-, puesto que al ser más moderno responde mejor al desarrollo actual de la afición. El palco es hermoso aunque un poco bajo; la casilla del sport, grande y espaciosa; la cancha, bien pisada y perfectamente lisa. La novedad fue el paddok (…) cuya necesidad se hacía sentir en el Argentino de Palermo, donde los cuidadores y animales permanecían a la intemperie».
En una suerte de duelo entre gigantes el de Belgrano era por entonces más grande que el de Palermo. Y cada uno tenía su status: en el Argentino se corría el Nacional -como hasta hoy-, mientras que en de Belgrano se corría el Internacional, aunque hasta 1911 también se desarrollaban duelos de pistola o esgrima, acrobacias, fiestas domingueras, bailes y espectáculos circenses.
En 1912 cambió radicalmente de uso en función de los vientos de la época, ya que hasta su desactivación total, el hipódromo de Belgrano se convirtió en el centro operacional de la firma estadounidense Queen Aeroplane Company, convirtiendo al hipódromo en aeródromo, con hangares y uso de la pista de carreras para el aterrizaje de las primeras pruebas y exhibiciones aeronáuticas de las que participaron pilotos como los célebres Roland Garros, Pablo Fels y Silvio Petirossi.
Esa breve experiencia terminó en 1920 con la demolición del hipódromo, el fraccionamiento y la posterior venta de los terrenos con dos fines: primero, la construcción del estadio Monumental, inaugurado en 1938, que ocuparía el codo y la curva norte del hipódromo; segundo, el desarrollo del Tiro Federal y el Barrio River, cuyo límite en Avenida del Libertador ocuparía la curva sur del anterior predio.
Gauchos y sajones
Hubo tres antecesores al Nacional y al Argentino, también ubicados en el Pueblo del Belgrano. «Las primeras carreras de caballos fueron las cuadreras -explica el arquitecto, urbanista e historiador Jorge Luchetti-. Estas carreras se desarrollaban en un escenario rectilíneo y de escasa longitud, diferenciadas de las carreras a la inglesa, que se corrían en circuitos cerrados». Esas competencias que el paisanaje heredó de los gauchos, con caballos criollos y a golpe de fusta entre dos o tres jinetes, tenía lugar en los terrenos que hoy ocupa la avenida Luis María Campos: el Camino de las Cañitas, en lotes lindantes al actual barrio gastronómico del mismo nombre.
No funcionaba propiamente como los hipódromos actuales, conformados por circuitos cerrados y pistas extensas sino que eran carreras por «cuadras» o metraje. «Acuñado en tiempos de la colonia, el término ‘cuadrera’ representaba una unidad de medida equivalente a 129 metros», puntualiza Luchetti.
Pero la cultura turfística porteña tiene otros dos antecedentes. Creado en 1857 por una sociedad de inmigrantes británicos de clase media alta, el Circo de las Carreras era una gigantesca pista delimitada por las actuales calles Mendoza, Melián, Sucre y Crámer, en un predio equivalente a casi 28 hectáreas, en el barrio de Belgrano R, todavía conocido como el «barrio inglés». Al contrario de las cuadreras gauchescas, allí se corrían carreras al trote inglés, con caballos importados o mestizos y con participantes exclusivamente de origen sajón.
El Argentino de Palermo -inaugurado en 1876- fue la respuesta tecnológica que generó la mudanza de los aficionados. En 1888, el Circo cerró definitivamente.
Pero hubo uno anterior, también de origen británico. El Hipódromo White tomaba el apellido del dueño de los terrenos, ubicados entre Vicente López y Núñez, hoy la Estación Rivadavia del Ferrocarril Mitre ramal Tigre. Según Luchetti, «ese hipódromo cubría más de quince cuadras de largo y sus instalaciones eran más bien precarias, aunque incluían unas pequeñas tribunas para espectadores. Funcionó hasta 1866, cuando un arrasador vendaval devastó el lugar». Esa tormenta de Santa Rosa terminó con el primer hipódromo argentino.
Texto: Dardo Villafañe
Fotografías: Prensa de Club River Plate, Caras y Caretas, Archivo General de La Nación, Biblioteca Nacional de España
