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La jocketa que le ganó a todas

Entrevista a Lucrecia Carabajal, la dueña del récord de carreras ganadas por una mujer

Preparándose para salir a la pista en Palermo en el año 2004

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Es innegable que el mundo del turf en nuestro país es esencialmente un lugar de hombres. Pero aún así las mujeres logran destacarse adquiriendo una trascendencia que muchas veces excede el ámbito de la hípica.

Tal es el caso de Lucrecia Carabajal, que obtuvo el récord de carreras ganadas por una jocketa superando a la legendaria Marina Lezcano y que aún nadie ha podido alcanzar.

Fueron 613 victorias acumuladas desde que empezó a competir a la edad de 17, hasta que se enteró de que iba a ser mamá y decidió dejar de correr en el año 2016 después de 18 años de impecable trayectoria.

Cuando estaba a punto de alcanzar el récord sufrió la peor rodada de su carrera: «Estuve una semana en terapia intensiva y otra en sala común. Quedé bastante mal, pero cuando recobré el conocimiento tenía una sola cosa en la cabeza: volver a correr y ganar el récord. Me faltaba poco para  pasarlo y tener ese objetivo me ayudó  a recuperarme», admite Lucrecia.

Ganandro con Thabor (2016), Trauco (2005) y Miss Serendipity (2012)

Tres meses después de esa caída regresó a las pistas y consiguió su sueño: «Llegué a las 612 carreras creyendo que el récord de Marina era de 611, pero en realidad era de 608. Me enteré ese mismo día por un video que ella me envió para felicitarme», recuerda sin ocultar su admiración hacia Marina.

Un semana después obtuvo el triunfo numero 613 que sería el broche de oro de su carrera como jocketa al enterarse de su embarazo.

Desde entonces divide su tiempo entre su actividad como entrenadora en el Hipódromo de San Isidro y su pequeña hija Nina de 4 años: «Extraño la adrenalina de la competencia. Se que un día se va a dar la oportunidad de volver a correr, por eso renuevo mi patente de jockey todos los años. Pero tendría que ser por un buen motivo. Por ejemplo, si mañana Nina me dice -‘mami, cuando te voy a ver arriba de un caballo, cuando me voy a sacar una foto con vos en una carrera?’, me pongo la chaquetilla ahora mismo. Pero volver por volver no lo haría porque ya estoy en otra etapa”, aclara.

Hija de entrenador y veterinario, creció en un stud ayudando a su papá al igual que ahora lo hace su hija Nina, acaso la historia se repita: «Nina me ve todo el día en el stud, con los caballos, y cada dos por tres se me aparece arriba de un caballito de madera con un látigo corriendo por todo el departamento. Yo me río y le sigo el juego porque tiene 4 años, pero con una mano en el corazón, preferiría que no elija ser jocketa porque ¡pobre mi mamá!, ahora que estoy del otro lado entiendo porqué nunca quiso verme correr”.


Las felicitaciones de Marina Lezcano cuando superó su récord

En la actualidad, solo cuatro o cinco jocketas se reparten los hipódromos de San Isidro, Palermo y La Plata. Una situación no muy diferente a cuando Lucrecia brillaba en la cancha: “Siempre fuimos muy pocas jocketas. No es fácil, a mí me ayudó mucho el hecho de que mi papá fuera entrenador y me dio una mano muy grande para manejarme en el ambiente, porque aprender en un lugar donde nadie te conoce y encima sos mujer y el 98% son hombres y…no es fácil”, admite.

No sólo las jocketas se cuentan con los dedos de una mano, también hay pocas entrenadoras, casi ninguna peona y las palafreneras directamente no existen, por mencionar algunas actividades. Por el contrario, en otros países como Estados Unidos “la mujer tiene mucha incidencia para trabajar con los caballos. De hecho se les dice “pollygirl” a las palafreneras. Tengo compañeras galopadoras que han dejado cv para trabajar de palafreneras en los hipódromos y jamás las llamaron. Es un problema que tenemos nosotros tal vez como sociedad”, reflexiona Lucrecia.

Quizá haya llegado el momento de evaluar la inclusión de la mujer en el ámbito turfístico nacional más si se tiene en cuenta que hace poco tiempo y por primera vez una mujer (Rachael Blackmore) resultó ganadora del Gran Nacional, la carrera más exigente, difícil y peligrosa de Inglaterra, por si todavía hiciera falta algo más para seguir demostrando la paridad de género.

Su presente como entrenadora

Lo que sucede en la hípica de otros países entusiasma a Lucrecia: “Me gustaría ver el turf argentino mejor de lo que está hoy. Miro muchas carreras de Europa y Estados Unidos y va gente que no tiene nada que ver con el turf. Llegan a atraer ese tipo de público y acá no lo podemos lograr. Hoy no dejan ir por el Covid, pero cuando esta el hipódromo abierto no va nadie tampoco. Hacen más cosas para que la gente no vaya, que al contrario. Eso me da un poco de tristeza. Imagináte que a mí que soy profesional a veces me ponen trabas para hacer mi trabajo”, dice sin ocultar su malestar y recuerda una situación que explica porqué dice lo que dice: “Cuando yo era chica no dejaban entrar a menores a la tribuna oficial del Hipódromo de San Isidro. Mi papá se vivía peleando con los de seguridad, les decía: ‘-mirá para adentro ¿no ves que son todas cabezas blancas? Si vos no dejás entrar a la juventud ¿mañana quién va a mantener caballos de carrera, quién va a cuidar, quién va a correr?’ Esa era la pelea que tenía mi papá y cuanta razón tenía”. 

El festejo al ganar el Clásico Martínez (G2) con Trauco en el año 2005

613 carreras son muchas para recordarlas fácilmente, sin embargo al momento de elegir la mejor carrera Lucrecia no lo piensa demasiado y nombra a Thabor, el caballo con el que volvió a las pistas después de su última rodada: «ese caballo fue uno de los que yo más quise, le tuve mucho cariño porque sentí que ese día él me ayudó a llegar al disco. Y después lo terminé entrenando y gané con él como entrenadora también.»

¿Y su peor carrera? La ultima caída que tuvo el mismo año de su retiro vuelve a escena una vez más: «La peor carrera no me la acuerdo, porque rodé. Nunca la quise ver porque son imágenes que te quedan grabadas y yo no quería salir a la cancha así. Pero cuando dejé de correr porque estaba embarazada me dio la intriga de verla. La busqué en youtube y la ví como 20 veces: ¡parecía un muñeco de goma!”, dice y estalla en una carcajada contagiosa.

 

Al igual que todo jockey, entrenador, peón y toda persona ligada al turf, Lucrecia también atesoró el sueño inalcanzable para la mayoría de ganar un Pellegrini: «yo creo en esas cosas de la ley de atracción, en que uno lo que piensa lo atrae y en realidad no me puedo quejar porque yo el Pellegrini lo gané, pero en Gualeguay: gané un clásico que se llamaba Carlos Pellegrini Gualeguay. Y bueno, yo no especifiqué dónde tenía que ser el Pellegrini que quería ganar», dice asumiendo toda la responsabilidad y una vez más su risa colma el lugar.

Con su pequeña hija Nina en el stud del Hipódromo de San Isidro

Fotografías: Silvana Boemo y gentileza Lucrecia Carabajal