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«El mayor éxito es ser buena persona»

Entrevista al jockey Juan Carlos "Chupino" Noriega

Chupino junto a su otro yo en su casa de Martínez

Juan Carlos Noriega se convirtió a lo largo de 30 años de trayectoria en uno de los jockeys más exitosos y queridos del turf nacional.

 

Con casi 4300 carreras ganadas, cuatro GP Nacional, tres Pellegrini y un Dardo Rocha entre tantos logros profesionales que lleva acumulados, sin embargo hay una carrera que hasta ahora le viene resultando esquiva: “Tengo una carrera pendiente y es el Latinoamericano. No lo gané nunca. Entré segundo con Expresive Halo y lo perdí por una cabeza. Ahora voy a tener la suerte de correrlo con Sandino Ruler. También me encantaría ganar mi quinto Nacional, igual que mi amigo Jorge Valdivieso y Leguisamo que ganaron cinco. Valdi es el gran referente, el emblema de los jockeys de mi edad y lo más importante que tiene es que ha sido mejor abajo de un caballo que arriba, un tipo de primera”, dice con genuina admiración.

Ganando el Estrellas Juvenile en 2001 con Petit Club

Córdoba siempre está

Por las venas de este jockey corre sangre cordobesa. Se nota en su picardía, con el chiste siempre cayéndose de sus labios, en sus festejos arriba del caballo cuando su mano baila igual que lo hace su ídolo musical, la “mona” Gimenez y hasta en su apodo “chupino” que en Cordoba es usado como una manera encubierta de decir “truco”.

 

El Crispín se llama el pueblito donde nació. Pueblito en serio, de 300 habitantes: “ahora tendrá 200, porque la gente joven se fue a buscar educación y mejores trabajos”, dice Chupino.

Está ubicado a 100 km de la ciudad de Córdoba en un lugar sin sierras ni arroyos, donde manda el trabajo del campo, en el tambo, el horno de carbón y el cortadero de ladrillos: “Mi vieja enviudó a los 33 años con ocho hijos. Mi papá era pocero y falleció en un accidente trabajando en un pozo de agua. Yo tenía 4 años y casi no tengo recuerdos de él”, relata Juan Carlos.

 

En el living de su casa con su perra salchicha

En su casa resulta impactante ver la enorme pared del living donde se exhiben sus victorias turfísticas. Impacta la magnitud y saber que sólo es una pequeña porción de todos los trofeos que recibió y suma día a día:

– ¿Qué hacés con tantas copas?

– Ya no tengo lugar donde ponerlas…

– ¿No te cansás de ganar?

– Si hay algo que un jockey no se cansa nunca, es de ganar carreras. Querés ganar siempre

– ¿Y a perder te acostumbrás? ¿Duele menos con la experiencia?

– En el momento quedás herido, pero después se pasa porque siempre viene una carrera nueva. Perdés un GP y al otro día ganás una carrera para caballos perdedores de 3 años. Los éxitos van tapando las derrotas. Quedan carreras marcadas pero se van olvidando

– Contáme una de esas carreras

– Entré segundo en un Pellegrini con Soy Carambolo con el que tuve muchos tropiezos, me quedé re caliente. Después con Crazy Icon un día que perdí el Martínez de Hoz también.

– ¿A qué llamás perder?

– A entrar segundo.

En el festejo del GP Nacional de 2004 con Basko Pintón

Sin embargo, para Chupino no todo es ganar: “El mayor éxito que uno puede tener es que te apunten como buena persona. Yo siempre le digo a mi hijo que cuando no corra más, quiero que la gente hable de mí como ser humano, no tanto como jockey. Los egos no te llevan a ningún lado. Me siento cómodo comiendo con el rico y con los peones en el stud. No hay que olvidarse de las raíces, porque yo gane carreras de G1 no soy más que nadie.”, aclara Chupi.

 

 

Familia humilde y numerosa, él y sus hermanos debieron trabajar en el campo: “Yo estuve viviendo con algunas familias y trabajando como puesterito en el campo y siempre me trataron como un hijo. Hoy con mis hermanos casi no tenemos recuerdos juntos porque alguno siempre estaba trabajando en un campo o en otro. Los hermanos tienen que crecer juntos”, reflexiona.

Ganando el GP Polla de Potrancas en 2018 con Summer Love

Chiquito y veloz

Cuando tenía 13 años mientras trabajaba de puesterito, uno de sus hermanos mayores, “el Hugo Noriega” que ya era un reconocido jockey cuadrero, al verlo chiquito y buen jinete le propuso trabajar para un cuidador de caballos de carrera. Esa fue la primera vez que salía de El Crispín. Estuvo un tiempo en Río Primero con su hermano de quien aprendió mucho como jockey y después siguió hasta Córdoba capital. A los 14 ya estaba corriendo cuadreras por toda la provincia: “Amaba las cuadreras. Un hipódromo es muy diferente. Acá un propietario pierde un Grupo 1 y no hay problema. Allá siempre pasaba algo, alguna discordia había. Todo se vive con más intensidad. Ganás un clasiquito cuadrero allá y a la noche es el festejo de toda la gente. Acá ganás un Grupo 1 y la gente se va a su casa. Los propietarios no sé si irán a comer ellos, pero no he tenido tanto la oportunidad de que después de ganar, no sé, un Pellegrini o un Nacional me digan: ‘esta noche vamos a hacer una cena en tal lado, nos juntamos para festejar’, se usa poco eso acá y afuera la gente lo usa mucho”, comenta. 

 

Festejando la victoria en el GP Nacional del 2001 con Dr. Ciro

Siguió corriendo en las cuadreras y también en los hipódromos cordobeses y hasta ya había participado de una carrera en San Isidro, cuando a los 17 años le llegó la gran oportunidad de viajar a Buenos Aires: “Son esas cosas, suerte y casualidades que te da la vida. Hablé con mi mamá y le pedí permiso por tres meses, si me iba bien me quedaba. ¡Tuve una suerte! Debuté con un caballo con el que entramos segundos. Y ya arranqué de aprendiz. Desde el 91 hasta hoy he tenido muchísimo éxito y suerte en mi profesión. Aunque a la suerte también hay que acompañarla con mucho laburo y responsabilidad”, recuerda el jockey que corrió siete meses en Arabia Saudita.

 

 

En Bs. As. pudo construir su vida profesional y personal. Se casó con Paola (hija de un jockey y entrenador) hace 25 años con quien tuvo dos hijos, Guido de 23 y Sol de 21: “Para andar a caballo hay que tener un poco de hambre y si el jockey es inteligente, puede tener un buen pasar económico, darle educación a sus hijos. La joda es muy linda pero al otro día hay que levantarse temprano y si no te levantás a trabajar, los caballos que no montás, los va a correr otro”, advierte Noriega.

 

En la jornada del GP Nacional 2020
En la tranquilidad de su casa

Treinta años no es nada

En treinta años de profesión, Chupino puede dar fe de cómo cambió la manera de hacerse jockey: “Ahora los chicos tienen la escuela de jockeys aprendices con profesores que han sido exitosos, nutricionista, psicólogo, tienen un montón de cosas para aprovechar. Para los de mi generación, en cambio, todo fue un poco más amateur. Fuimos aprendiendo de los grandes: Valdi, Juan Maciel, el Pichi Paulé… Por ahí los tipos te miraban feo cuando recién empezábamos nosotros y te imponían respeto. Hoy en día los chicos son diferentes. Si le damos un reto capaz que se te enojan y te dan una cachetada y te dicen calláte viejo ch…” – ríe – “Para nosotros era imposible tratar a un grande así. Hoy en día ha cambiado, no se si para bien o para mal…”, reflexiona Chupi.

 

– ¿Hasta cuándo vas a seguir corriendo?

– Siempre le decía a mi vieja que me iba a retirar a los 45 años. Ya no le cumplí. Así que no sé, a los 50, 52… Todo depende de lo que siga corriendo, creo que hay que retirarse antes de que la profesión lo retire a uno.

 

Junto a su esposa Paola y su hijo Guido

Fotografías: Silvana Boemo