hipodromos

Peonas

Quiénes son las únicas tres peonas que trabajan y viven en la Villa Hípica del Hipódromo de Palermo. Un retrato íntimo de sus historias

En la Redonda de Palermo sobresalía como una flor en el desierto. Era el día de la Polla de Potrancas y llevaba a Super Shine en la típica caminata circular que se realiza siempre antes de cada carrera.

Resultaba llamativo verla, quizás porque Jazmín Silva es una de las escasas tres peonas que existen en el Hipódromo de Palermo, sobre un total de casi 500 peones. Camila Vargas y Graciela “la Chela” Yoannaz son las dos restantes.

Todas vienen de lejos y hermanadas en su búsqueda de una vida mejor, sus caminos se unieron en un mismo lugar: la Villa Hípica de Palermo donde trabajan y viven esta pasión que no cambian por nada.

Jazmín nunca había pisado un hipódromo. Tampoco Camila, quien si bien tenía alguna experiencia con caballos no era con ejemplares sangre pura de carrera. En cambio, “la Chela” viene de familia de entrenadores y es la más experimentada de las tres.

Nacida hace 30 años en Venezuela, Jazmín emigró en búsqueda de mejores oportunidades. Primero probó suerte en Perú donde las cosas no le fueron muy bien: “A los venezolanos nos ven como ladrones, nos metían a todos en un mismo paquete y era complicado conseguir trabajo”, recuerda.

Entonces un amigo le habló de la Argentina y de sus caballos. No lo dudó. Llegó a un stud donde le enseñaron las tareas básicas y después de una semana de prueba la contrataron: “Me gustó el trabajo, me fui enamorando cada vez más de los caballos”. Desde entonces, tuvo la suerte de ganar con varios competidores: “A todos los trato por igual, no importa si corre un Clásico grande o una alternativa, son todos iguales y merecen el mismo amor”. Actualmente se encarga del cuidado diario de cuatro yeguas.

El caso de Camila (21 años) es similar: dejó Corrientes por la falta de trabajo y llegó directo a Palermo, donde un vecino le consiguió la oportunidad de trabajar como peona: “La primera semana, mis compañeros me enseñaron lo que había que hacer y a la segunda semana ya estaba haciendo todo sola. Es cuestión de práctica, al principio me llevaba el caballo, ahora lo llevo yo”, recuerda Camila que hoy después de cuatro meses, tiene cinco caballos a cargo.

La tercera de las peonas es Graciela “la Chela” Yoannaz, de 42 años y llegada a Palermo hace 20 desde Entre Ríos, acompañando a su marido cuidador. A ella siempre le gustó este oficio: “Siempre quise estar con los caballos, atenderlos, darles mimos, hablarles. Ellos entienden, son muy inteligentes”. Actualmente atiende a los caballos que entrena su marido más cinco de otro cuidador.

Las tres no se cansan de repetir y destacar la importancia que el cariño y el afecto tienen en el trato hacia el animal: “Es como el amor de madre a sus hijos, ese cariño que una le da, el animal lo siente”, señala la venezolana.

Todas coinciden en que, en general, las tareas son fáciles y aunque Jazmín reconoce que hay algunas que requieren de fuerza física, en especial “levantar la cama” (recoger y cambiar el acolchado donde el animal descansa dentro del box, que puede ser de paja o viruta), eso no les impide trabajar a la par de cualquier peón. Para Camila es cuestión de práctica: ”Al principio sentía miedo de entrar al box hasta que aprendí y valió la pena, porque es muy lindo estar con los caballos”.

Un gran porcentaje de peones vive dentro de los studs en la Villa Hípica y eso, para “la Chela” es lo único difícil del trabajo: “Hay que estar de lunes a lunes, 24 horas con el caballo, es una responsabilidad muy grande. Al menos yo me lo tomo así”.

Foto y texto: Silvana Boemo